No puedes cambiar el rumbo


“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7
Aquella familia arribó al barco con sus tickets en la mano. Se tomarían unas vacaciones en casa de los tíos en Europa. Pero Javier no estaba de acuerdo. Era el menor de tres hermanos y no soportaba a su tía inglesa ni los modales tan “apretados” que debería fingir durante dos meses.
Para él, este viaje significaba arruinarse literalmente sus vacaciones. Hizo lo que estuvo a su alcance para frustrar aquel viaje, pero todos sus intentos fueron vanos. Ni cuenta se dio cuando subieron a aquel barco. Era muy temprano y estaba plácidamente dormido en brazos de su padre. Así, dormido, le acostaron en su cama en el camarote.
Cuando despertó, varias horas más tarde y tomó conciencia de la situación, comenzó a caminar enojado en dirección a su casa, hacia el norte y se quedó en esa posición todo el día, pensando inocentemente, que de esa manera cambiaría la situación. Ignoraba que el curso de la nave ya estaba tomado y por más que Javier camine en cualquier otra dirección dentro del barco, la nave siempre seguiría hacia el Sur.
Muchas veces, nosotros tenemos la misma actitud infantil de aquel niño. Sabemos que hay cosas que pasan en nuestra vida que, aunque nosotros no esperamos o no aceptemos, sucederán de cualquier modo. Pero igual luchamos vanamente intentando cambiar el curso de las cosas cuando sería más fácil cambiar mi actitud que cambiar las circunstancias.
Un hijo no planificado, un accidente que te deja lisiado, un vecino o amigo inoportuno… Saber aceptar las cosas no deseadas o inesperadas de la vida como enviadas o permitidas por Dios es de sabios. Lo que está mal y puede cambiarse hay que cambiarlo.
Pero aquello irreversible, debes aceptarlo con la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento. Esto lo lograrás, sólo cuando aprendas a ser agradecido y a derramar delante de Dios, en oración, todas tus ansiedades. (Filipenses 4:6-7)

Por: Pablo Martini