¿Aflicciones y sufrimientos?

En la atmósfera materialista de nuestros días, donde el hombre por medio de la ciencia y la tecnología intenta dar respuesta y solución a todo tipo de problemas e inquietudes, pueden venir también al corazón del creyente pensamientos poco profundos, dubitativos, nacidos de un mal concepto: ¡si soy una nueva criatura, todos mis males, problemas y aflicciones Cristo los tiene que hacer desaparecer “automáticamente”, y la vida será de color de rosa, no tendré más enfermedades ni estrechez económica! Gran error.

La vida que Cristo nos ofrece no es el camino ancho y asfaltado por donde va todo el mundo; muy por el contrario, es un angosto sendero que en vez de ir en bajada, va en difícil y esforzado ascenso. A un costado tendremos profundos precipicios y grietas, más arriba aparecerán nubarrones, agitados vientos, tempestades de lluvia y nieve, frío, soledad, zozobra, mas siempre tendremos la sólida pared de la roca de Su palabra y Sus promesas.
El no entender claramente de qué y a qué hemos sido convertidos nos inducirá a errores mayores y probablemente mal entenderemos qué es la vida cristiana y cómo solucionar sus complejidades. Podremos repetir frases y textos sin comprenderlos y mucho menos vivirlos. El entender mal estos conceptos básicos ha producido una generación de hermanos(as) “light” que entienden que la vida cristiana es sólo gozar, de avivamiento en avivamiento, seminarios, vigilias y “shows”; pero los sufrimientos, las tribulaciones, conflictos, problemas, pecados, crisis, desilusiones, caídas y descarrilamientos no están contemplados dentro del itinerario del viaje de su fe por la tierra.
El Señor no es sádico con nadie, y menos con nosotros sus hijos. El sufrimiento y las aflicciones Él las permite con propósitos edificantes que en el tiempo comprenderemos.
Un pastor puritano anciano, dijo en una ocasión: “Dios tuvo un Hijo sin pecado, pero nunca ha tenido uno que no haya sufrido”. El sufrimiento es parte de la maldición que se originó debido al pecado de Adán. Tenemos que haber sufrido para entender a aquellos que están experimentando aflicción. 2 Corintios 1:3,4 dice: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.
Por cargar nuestro pecado, Cristo el autor de las bendiciones tuvo que vivir también el trago amargo de los sufrimientos, dolores y padecimientos y hasta la muerte cruenta como máximo sacrificio en pago por nuestras almas. Aunque con un significado distinto también permitió el sufrimiento en Pablo, uno de sus seguidores más destacados:

“De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he sido náufrago en alta mar; en caminos, muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez. Y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias. ¿Quién enferma, y yo no enfermo? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no me indigno? Si es necesario gloriarse, me gloriaré en lo que es de mi debilidad. El Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien es bendito por los siglos, sabe que no miento. En Damasco, el gobernador de la provincia del rey Aretas guardaba la ciudad de los damascenos para prenderme; y fui descolgado del muro en un canasto por una ventana, y escapé de sus manos” (2 Co. 11:24-33).
Entonces ¿qué sentido final tiene el sufrimiento para el creyente? Si Cristo para salvarnos nos amó tanto que sufrió hasta la muerte más vergonzosa, entonces los redimidos y comprados por Su sangre preciosa estamos en deuda de amarlo a Él como Salvador, con un amor que demuestre que lo que sentimos y decimos vivir por Él es genuino aun ante la más dura adversidad, prueba, dolor o sacrificio. 1Co 13: 4
El sufrimiento permitirá en el creyente adquirir experiencia, sabiduría, paciencia, humildad y desarrollará en el tiempo un carácter espiritual maduro y equilibrado que buscará y esperará el consejo divino.
¡Que las palabras que el apóstol Pablo escribió a la iglesia en Filipos: “Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él” (Flp 1:29), sean una viva realidad en nuestras vidas de creyentes!
Andrés Carrasco M.